No hay quien dome la pantera. sin
sacar antes la rosa ígnea de su pecho,
la sangre en pétalos teñidos
se agita en los contornos de los dedos.
deben removerse las estacas que retienen
su motor dormido y en silencio.
Susurrar con manos, caricias como ungüentos
cálidos. y sellar con dos lágrimas negras, el
dolor que emerge del cuerpo. Besar
el espanto. callar el llanto. cesar el claro
fulgor que emiten las líneas de la piel
para revertir naturaleza alguna.
y ser un niño que renace por la noche
y ser pantera que descubre el nacimiento
en la alborada el ultimo día del mes que ha
de ser el primero.
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