En la noche junto al frío
decidí despojarme de mis pies.
Venideros no me opongo a que
recuesten su arco
en las más tranquilas costas
cuando la luna hace gala de su estola,
y veleros en zozobra
hacen fondo removiendo ondas.
decidí despojarme de mis pies.
Venideros no me opongo a que
recuesten su arco
en las más tranquilas costas
cuando la luna hace gala de su estola,
y veleros en zozobra
hacen fondo removiendo ondas.
Mientras el susurro del viento ya se cuela
entre las hojas del mango
porque gusta de su aroma.
trae pronto a las cigarras
entonando en aleteos
y proyectando luz al mástil
por el borde de las sogas.
Hay más nudos en el cielo
y no recuerdo quien los forja.
me pregunto si de ellos cuelgan astros
que en sus picos
trasladaron las gaviotas.
Sosegado por las peñas
que guardaron la derrota de
las esquivas olas sin refugio,
removidas por mis manos,
observo.
Las pálidas cornisas
se divisan a lo lejos
cada una de sus piedras sella
un beso que es acierto.
Recubierto todo. soy el guardia
de lo eterno. Y vigilo todavía
que no exista un silencio.
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