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He vuelto,
Mara.
Y en el centro un pez*
Anhelo me concedas una alforja
para guardar en ella
el pez exiliado en tu pecho,
tu cavidad anexa,
mi contorno perfecto.
Y a cambio te daré el vino
ya vertido en mis venas.
y cuando embebidos y saciados,
destilaremos un sola
esencia. macerada
en tu cuerpo y el mío.
Será el transcurso de un rugido lento,
un despertar del calor acervo.
Un risueña mesa, quietecita espera.
y desfilan platos diversos. mi mano
se desliza por la superficie
de los cuencos. y se asemeja
al barro que es pasado amargo.
Extraes la sal guardada en mis manos
y bailamos al compás
registrado por los peces de alforjas
vecinas
algo viejas,
de otros cuencos
de otros días.